Dice el dicho popular que comer sin aceite de oliva es comer muy poco. Por eso, ya sea en la mesa diaria o en la mesa de una fiesta, el aceite de oliva ocupa un (delicioso) protagonista.
Sin embargo, a pesar de toda la tradición gastronómica, cuando hablamos de alimentación saludable siempre hay quien vaticina que “¡no se puede consumir aceite de oliva porque es graso!”.
Seguro que no será así...
El papel de la grasa
Las grasas (o lípidos), como todos los demás nutrientes, son esenciales para nuestro organismo, asegurando algunas funciones vitales. Esta es una fuente y reserva de energía en nuestro organismo y también es el medio de transporte de las vitaminas A, D, E y K, que son liposolubles (es decir, solubles en lípidos). También cabe destacar su papel en la síntesis de hormonas, en la comunicación y estructuración de nuestras células y en la regulación de la temperatura corporal.
Químicamente las grasas no tienen todas la misma estructura, dividiéndose en grasas saturadas, monoinsaturadas y poliinsaturadas. Además, y como consecuencia de sus diferentes estructuras químicas, las grasas también lo son desde el punto de vista nutricional.
En cuanto a las grasas saturadas, que se encuentran fundamentalmente en alimentos de origen animal (como la carne y los productos lácteos), las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud apuntan a la necesidad de reducir su consumo para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares. También se recomienda preferir las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, que se pueden encontrar en alimentos de origen vegetal y también en pescados como el salmón, las sardinas y la caballa.
el aceite de oliva
El aceite de oliva es un excelente ejemplo de grasa monoinsaturada, lo que le confiere importantes propiedades.
Debido a su estructura monoinsaturada, el aceite de oliva es resistente a la oxidación cuando se somete a altas temperaturas (más resistente que las grasas poliinsaturadas), lo que hace que sea la grasa más adecuada para utilizar en cocina. Además, esta resistencia también se ha asociado con beneficios para la salud, particularmente en la reducción de los niveles de colesterol total y LDL (el colesterol “malo”) y el aumento del HDL (colesterol “bueno”).
Sin embargo, conviene recordar que, a pesar de todos sus beneficios, y como cualquier grasa, el aceite de oliva aporta 9Kcal por gramo y su consumo debe ser equilibrado.
Si analizamos la Rueda de los Alimentos, la recomendación para la porción de “aceites y grasas” es de 2 raciones al día, lo que equivale a unas 2 cucharadas de aceite de oliva.
Con cálculo, peso y medición, el aceite de oliva puede (¡y debe!) integrarse en una dieta saludable.
¡Diviértete!
Inês Pádua – Nutricionista
Proporcionado por el productor